. Aún no había concluido el espectáculo. No ha sido mi intención que... que... eso. Lo pillo. - 247 - Anónimo El cementerio del diablo - 248 - Anónimo El cementerio del diablo Cuarenta y cinco Sólo unas horas antes Emily se sentía bastante cómoda estando en la final. Tenían que salir de aquel baño lo antes posible. El regordete camarero se las ingenió para colarse justo detrás de Jacko y delante de Elvis, que era obviamente el sitio más seguro en el que estar. Angus el Invencible se detuvo en una zona de tierra blanda y arena, libre de la tupida vegetación, y señaló el suelo. Lo cual equivalía a nada en absoluto. Pero Angus negó con la cabeza. O eso esperaba. Sus ojos quedaban ocultos por unas gafas de sol de cristales oscuros y polarizados y montura metálica, y lucía una cabellera tupida, oscura y lacia... incluso grasienta, que le llegaba casi hasta los hombros, pero sin arreglo ninguno. Kid Bourbon mataba sin motivo, cuando le venía bien. ¡Roderick está muerto! Fue hasta Nina Forina con una actitud, pensó Sánchez, un tanto tímida. Asió a Janis Joplin del brazo, le susurró algo al oído, y seguidamente los dos se dispusieron a salir del escenario para reunirse con Sánchez. —¿Qué? - 232 - Anónimo El cementerio del diablo —Entonces, ¿cree usted que es verdad? O se la daba, o me pegaba un tiro en la cara. —Le tendió el cucurucho de helado, el cual Sandy cogió tímidamente con la mano que tenía libre. Elvis se dirigió hacia el lateral del escenario con su garbo de siempre, despidiéndose del público con la mano y lanzando besos a toda mujer guapa con la que pudo establecer contacto visual. —Naturalmente. «Mierda.» Miró una vez más el contrato. - 286 - Anónimo El cementerio del diablo Emily soltó una carcajada. La guapa recepcionista no pareció demasiado entusiasmada con la idea. —Lo dijo de forma bastante razonable, pero estaba claro que la intención era la de una orden. En circunstancias normales, aquel viaje nocturno en moto habría sido muy emocionante, pero tras los horrores de lo que acababa de ver en el desierto le pareció completamente anodino. Y feo como un demonio. —Me he perdido. Comenzó a girarse lentamente alrededor, sin moverse del sitio. Entonces se fijó un poco más y vio que Elvis se encontraba en un apuro parecido. Es perfecto. Y también quería estar seguro de que los demás participantes estaban tan nerviosos como él. Y es un auténtico cardo.» En efecto, Annabel tenía sesenta años, exactamente el doble que él. El director del hotel me ha dado quinientos dólares, y ya los he triplicado. ¿Y quién la escribió? —Está bien —dijo con suavidad—. Era uno de esos tipos que no parece que conozcan el miedo, que siempre luchan contra todo cara a cara. En comparación con el estilo que solían tener los promotores de la obra del Señor, Gabriel era muy distinto de lo que hubiera esperado mucha gente. —Sí. No me vendría mal echar una meadita, después de todo. —A lo mejor. —exclamó Powell con tono de sorpresa. —¿Sí? Y el público estaría eternamente agradecido por ello. ¡No tenemos todo el puto día! Más atrás, en la carretera, el cuerpo del hombre al que había disparado comenzó a enfriarse en el punto mismo en que había caído, con la nuca reventada y el uniforme cubierto de polvo y manchado de sangre. ENCADENADA-ESPAÑOL- 9,1k . - 196 - Anónimo El cementerio del diablo Treinta y cuatro Angus estaba con ganas de matar a alguien, lo cual resultaba muy útil en aquel momento. Sin embargo, para consternación de Sánchez, a la hora de elegir al soltero más deseado de Santa Mondega se produjo un empate. —exclamó en su dirección. Los dos guardias de seguridad movieron las pistolas en dirección a las puertas de la autocaravana para indicar a Sánchez y a Elvis que salieran. Descubrió que estaba temblando de miedo. La rabia que le causaba haberse dejado engañar y encerrar por un imbécil como Sánchez era cada vez más intensa. Era culpa suya, por haber liquidado a tanta gente siendo tan temprano. —Genial —dijo—. Sánchez se encogió de hombros. —Puede que sí lo estés, sólo que no lo sabes. Por primera vez, Emily empezó a reflexionar sobre el hecho de que ella había renunciado al sueño de ser una cantante por derecho propio para lanzarse a por la pasta encarnando a Judy Garland. La Dama Mística tenía razón: o la escalera o el ascensor. Fue hasta la puerta y la abrió ligeramente, luego se asomó con cuidado y oteó un lado del pasillo. Quizá resultaba inevitable que los únicos comentarios negativos tuviera que hacerlos Nigel Powell, que estaba representando muy bien su papel de juez muy poco impresionado. Y en efecto parecieron dejar a Angus en paz, sin duda esperando encontrar otras presas más fáciles. —A ti te gusta apostar, ¿verdad, Sánchez? Sólo reconoció a uno de los jueces. La elegante camisa negra que llevaba debajo de aquel traje blanco inmaculado era bastante vulgar, pero lograba que la gente se fijara en él. Luego le puso una mano en el hombro y le susurró al oído: —Bueno, ¿por qué no me invitas a una copa? —Esta vez no vas a cantar Mustang Sally. No parecía apropiado señalar que estaban a escasos minutos de hundirse en las profundidades del infierno, junto con el hotel y todo y todos los que estuvieran dentro de él. —¿Qué ocurre? Este concurso ya se ha retrasado bastante. Ya había varios de ellos en el foso de la orquesta, haciendo trizas a los músicos. —Genial. —Pues no estoy seguro de que eso fuera necesario, pero supongo que Tommy sabe lo que hace. Nuevamente los demás clientes se apartaron para dejarle paso. Pero aquel detalle no mejoró las cosas. Jacko se encogió de hombros. Acto seguido, los dos desaparecieron a toda prisa en dirección a la sala de atrás. No pudo evitar pensar qué habría sido de él. El coche aminoró la velocidad y se situó a su altura. —¡Uf! Al cabo de largos instantes, abrió mucho los ojos. «A la mierda», pensó. Y entonces exhaló una nube de humo en su dirección. Según sus cálculos, aquellos dos gilipollas le habían costado hasta el momento setenta de los grandes, entre los veinte desaparecidos que le había dado Julius y los cincuenta que le había prometido pagarle Powell. Mientras esperaban a que se cerraran las puertas, permanecieron unos instantes observando cómo Sánchez y Elvis arrastraban a Otis Redding pasillo abajo. —Está cantando Sweet Home Chicago —contestó Emily. Naturalmente, sus momentos de genialidad por lo general iban seguidos de una abrumadora sensación de engreimiento y de un poderoso deseo de alardear, la cual, tal como había demostrado la historia en numerosas ocasiones, prácticamente siempre iba seguida de un escarmiento. A bastantes de ellos los he matado con esta puta pistola. Un personaje lleno de energía e indudablemente uno de los mejores artistas de este concurso. Johnny pisó el acelerador a fondo e intentó situar el morro del coche patrulla a la altura de la trasera del Firebird. Así que había recibido quinientos pavos de Powell. —Y una mierda. Pero para el que quedara el segundo no había nada, ni un solo céntimo. No hay duda de que está muerto. Discutiéndose desde el momento en que se encontró, la pareja baja del avión pensando que nunca se encontrará de nuevo. —Sí, ya supongo. Ni siquiera la Dama Mística, con su dudoso talento para predecir el futuro. —No importa. Y además, Elvis poseía el temple suficiente para disparar a una persona sin preguntar ni titubear, mientras que él, probablemente, se encogería al verse ante una situación que exigiera dispararle a alguien. Somos la tienda de semillas que te permite comprar semillas online de gran variedad de cultivos hortícolas, de aromáticas, de flor y de césped, necesarias para poder satisfacer totalmente las necesidades de agricultores y jardineros profesionales y no profesionales. Emily tuvo un escalofrío. A derecha y a izquierda la carretera se veía oscura y desierta, pero daba la impresión de ser bastante segura. El semblante de éste no mostró la menor expresión. El crupier recogió el dinero de Sánchez, lo contó con mano experta y lo sustituyó por un montón de fichas rojas, azules y amarillas del valor correspondiente. Ella se sintió más aterrorizada que nunca. Deberíamos repetirlo en alguna ocasión. Yo creo que es mentira. Lo único que tienes que hacer es liquidar a mis cuatro rivales. Dando patadas a todas las manos que surgían del suelo intentando asirse a él, no tardó en alcanzar la seguridad del asfalto. —Aquella voz áspera estaba cargada de profundo escepticismo. —¿Tienes tú uno mejor? Emily reprimió el impulso de protestar diciendo: «Pero tengo que ganar. Era mi suplente. ¡zas! —Entonces, ¿por qué vas vestido como en el vídeo Thriller? ¿Y se supone que es un asesino a sueldo mundialmente conocido? —Entonces, ¿tenemos un trato? Ya lo sabes. - 161 - Anónimo El cementerio del diablo Veintiocho Angus el Invencible disparó su pistola y se armó la marimorena. Instintivamente cerró los ojos en el momento de recibir toda la fuerza del impacto en la nariz. Te voy a dar la oportunidad de que demuestres cuál de vosotros dos es el asesino. No lo había decepcionado. Janis alzó una mano y se la puso en la frente. —No pasa nada —repuso Emily con una risita. Elvis empujó a Sánchez hacia un lado. —Que no, tío. Kid dejó caer la capucha sobre la cazadora, alzó la mano izquierda y agarró a Julius de la cara apretando con fuerza. Guárdatela en la parte de atrás del pantalón y tápala con la camisa. Dio cinco pasos más en dirección a las puertas. Dejó a un lado aquellos pensamientos tan sensibleros y miró a aquel idiota vestido con pantalón de cuero rojo y americana negra. Acto seguido se encaminó hacia el mostrador de recepción. Eso ha tenido gracia. Tenía la piel de un gris ceniciento y daba la impresión de que la hubieran cubierto con alquitrán caliente. Únicamente quebraba aquella monotonía la respiración nasal de Kurt Cobain. Al fin Jacko levantó la vista y dejó ver una sonrisa perfecta, una sonrisa rebosante de optimismo y de dientes de un blanco deslumbrante, una sonrisa de la que se habría sentido justamente orgulloso un joven Michael Jackson. Incluso Irán podría haber aplastado Rhode Island con una bomba atómica. «Ése es un tipo que no se me va a olvidar tan deprisa», pensó. «Qué símbolo tan raro para un emblema —se dijo—. Pues yo tengo una cosa que puede remediarlo. —Tiene usted dos minutos. - 187 - Anónimo El cementerio del diablo Powell caminó unos metros y se asomó por la puerta de cada uno de los cubículos, para ver si todavía quedaba algún indicio de violencia. Y menos mal, porque registrarse en un hotel era una de las actividades que menos le gustaban en la vida; la incluía en la misma categoría que dejarse pellizcar el muslo por una pitonisa vieja y repugnante. Elvis sonrió. —Escúchame, pedazo de mierda. Con una combinación de velocidad, habilidad y fuerza bruta, el Rey había desarmado y dejado fuera de combate a los dos guardias de seguridad, Sandy y Tyrone. Lucinda se inclinó sobre la mesa. ¡mierda ! —Si Julius firma el contrato, es posible que nos salvemos. Como todos. Julius se inclinó por encima de la Dama Mística para observar el resultado de la tirada. Angus fue más cauteloso todavía, porque existía la posibilidad de que Sánchez estuviera armado. —quiso saber Elvis. —No, me refiero a las almas de muchas personas inocentes. Estaba de pie, solo, junto a la salida que daba al pasillo, bebiendo de una lata tibia de Sprite con una pajita. —Se ve que tienes un pequeño problema para controlar esos tics, ¿no? Estaba tan concentrado en los pechos de Candy y en intentar servirse de su fuerza de voluntad para hacerlos asomar, que no había prestado la atención suficiente a lo que decía Nina. Acababa de permitir a Julius seguir con vida a pesar de conocer la verdad acerca de él. —Me parece que Angus era mi suplente en la reserva. Entonces, si era un soborno, ¿dónde estaba el puto dinero? había. Las sacaron de lleno en la pantalla gigante, y todo. Ayer tenía que haber venido un tal Orson Vergadura, pero todavía no ha llegado. —Que cómo iba vestido. No te he traído en mi coche para que pudieras sentarte en el casino a jugar a la ruleta con... —miró a los demás jugadores— un puñado de tristes perdedores. —Oh. Una vez que se hubo marchado Powell, los dos guardias de seguridad abrieron la puerta con una llave maestra y asomaron la cabeza al interior de la habitación para saludar a Emily, como para confirmar que estaban al otro lado. Kid fue hacia él llevando en la mano derecha una elegante guitarra Fender de color negro. Como plan de huida, no funcionó tan bien como ella esperaba. —preguntó. Y esta vez no fue la tuba. «Nenazas.» «Así que, después de todo, Kid Bourbon sí que está cubriéndome las espaldas», pensó Julius. A lo largo de las últimas veinticuatro horas había habido momentos en los que creyó que jamás iba a ver de nuevo cosas sencillas y naturales como el brillo de la luna y de las estrellas. —Una bolsa para cadáveres, lo más probable. —No, señor. Imagino que tendré tiempo de buscarlo. Y tampoco había nadie que quisiera vérselos. Y daban la impresión de estar realmente hambrientos. —Voy a matar a este cabrón trajeado dentro de un minuto. Eso de hacerse el tonto es para disimular —contestó Angus con frialdad. Sí, es verdad. Llevaba puestas las gafas de sol oscuras de Kid Bourbon, el sombrero del imitador de Frank Sinatra y un traje que había pertenecido a alguien que seguramente estaba muerto. —preguntó Jacko mientras cogía del suelo la camisa blanca y empezaba a meter los brazos por las mangas. Cuando el cariacontecido imitador del Beatle bajó del escenario, le sonrió ligeramente a Emily. —Sáquela, por favor. —¿Qué quieres que...? Este concurso lo tengo que ganar yo, y ella es la única persona que queda que sea capaz de cantar mejor que yo. Pero la pregunta de verdad es la siguiente: ¿sabe usted quién es ese García? Y ello le resultó más fácil todavía cuando, pasados uno o dos segundos de la desaparición del desconocido, Nina Forina anunció a bombo y platillo que por fin le había llegado el turno de salir a escena. Pero como era consciente de que su rostro era visible en la pantalla gigante, tuvo que aguantar con una sonrisa forzada mientras Nina se escabullía hacia las sombras y Julius se acercaba al micrófono. —¿Aceptas peticiones? Había habido algunas quejas entre los músicos, pero Powell no tuvo paciencia con ellos y les dejó bien claro que las canciones que debían tocar no eran una cuestión que debatir. Kid Bourbon introdujo la mano en la cazadora. Que la chica no apareciese significaba que casi con toda seguridad había sido asesinada brutalmente, con el fin de que un tipo que afirmaba ser el apóstol número trece pudiera salvar a un puñado de personas (entre ellas el propio Sánchez). A continuación le pasó la pajita a Johnny, el cual la cogió y se agachó para esnifar otra raya. El hecho de que Powell estuviera dispuesto a pagar dicha cantidad en su totalidad hacía que aquellos trescientos resultaran más que aceptables. —Pues dámelo. Es la mejor parte. —Yo que tú, dejaría este sobre en recepción para que lo recoja el tipo en cuestión, si es que aparece. Después cerró la puerta y abrió la guantera que tenía enfrente para echar en ella dos paquetes de cigarrillos. Estaba deseando oírlos gritar de dolor. Apartó con el dedo una mota que manchaba el envoltorio, que bien podía ser sangre, y abrió un extremo. —¿Y James Brown? —No tenías ninguna intención de participar en este concurso, ¿verdad? —¿Qué? En el escenario, Jacko se sentía ya como pez en el agua, ejecutando un solo de armónica que tenía a todo el público en pie. Pero descargar su furia con Julius parecía una pérdida de tiempo. Kurt Cobain y Johnny Cash también están muertos. Gabriel movió el botellín de cerveza sobre la mesa para recuperar la atención de los dos. ¿Tú? Entonces Angus, sin dejar de correr, metió la mano por la ventanilla del conductor y abrió la portezuela desde dentro. Sin embargo, más preocupante era el intenso dolor que notaba en la parte posterior de la cabeza. Y la única ocasión en que me he equivocado ha sido la misma en la que tú has perdido todo el dinero que tenías. —¿Y si pierdo? El - 332 - Anónimo El cementerio del diablo Hombre del Blues dejó escapar una exclamación de sorpresa, y Sánchez lo oyó trastabillar y caer al suelo. Nunca le había parecido tan estupendo disponer de un asiento cómodo y mullido, aunque sus glúteos sudorosos tuvieran tendencia a adherirse a la funda de plástico. —Elvis - 89 - Anónimo El cementerio del diablo estaba haciendo gala de una claridad de pensamiento impresionante, dadas las circunstancias—. Aquel hombre respondía al nombre de Julius. - 287 - Anónimo El cementerio del diablo Cincuenta y cuatro El bar llevaba casi una hora desierto. No. - 88 - Anónimo El cementerio del diablo Llegaron al ascensor que había al final del pasillo, y Elvis lo llamó apretando el botón gris de la pared. —¿Qué tal la cabeza? Y las mujeres del público lo adoraban. —preguntó ella con los ojos iluminados por un regocijo alcohólico ante la posibilidad de catar licor. —Pues al Blues Brother no se la pongas. Powell hizo todo lo posible por mantener distraído al Blues Brother mientras aquel gigantesco negro de sonrisa blanca y traje rojo vivo con sombrero del mismo color se dirigía furtivamente hacia ellos. —Las protestas del público se hicieron más fuertes y más agresivas, pero Powell permaneció impasible—. A continuación, la otra mano la aferró por la axila izquierda y la izó en dirección a la boca. —En fin, eso es problema tuyo. —Ah, ya. —Hazte a un lado, amigo —dijo con fingida formalidad. —Hola, soy el señor Powell. Emily recorrió con la mirada a los demás finalistas preguntándose qué opinarían de aquello. Ahora tenemos dos pistolas. ¿Blackjack, póquer, dados, ruleta? Pero fue demasiado tarde. —inquirió Emily cuando Powell entró y cerró la puerta. - 94 - Anónimo El cementerio del diablo Johnny observó con una paranoia considerable que las puntas de las botas, visibles por el hueco que dejaba la puerta, se giraban hacia él. ¿Y ahora? Si acaso. —dijo quejándose en tono ofendido—. Los temblores que había dejado atrás no tenían efecto a aquella distancia del hotel. Quiero que lo consiga alguien que posea talento. Y en efecto, los juramentos que lanzaba el sicario se oían acompañados de vez en cuando por un disparo de pistola. Así que, con la bendición de Gabriel, regresó al coche a esperar a que reapareciera su objetivo. Si el techo del vehículo estaba a punto de aplastarse contra el suelo, él tenía que salvarse del impacto asiéndose al asiento con todas sus fuerzas. Los cadáveres de todos los muertos que habían sido enterrados allí a lo largo de los cien últimos años. Podía ser que alguna vez hubiera sido de color blanco, pero ahora poseía una textura que sugería que la cabeza entera había sido escaldada en agua hirviendo e introducida a continuación en un cubo de alquitrán. Tenía que tomar una decisión rápida. Se elevaron exclamaciones de sorpresa entre el público. La cicatriz de su rostro se distendió en una sonrisa malévola, consciente de su superioridad moral. Llevaba un muelle interior, de modo que se alzó sola y la puerta se abrió ligeramente. Como digo, son mártires. —Hola, jefe —dijo. Con Olor a Fresas (Audio Español) Todos Los Episodios → https: . Parecía un tanto distraído. Haga el favor de salir del armario. ¿Qué significaba? Sánchez estaba impresionado. Pero lo cierto era que incluso aquellas consideraciones eran cosas insignificantes. Es una para cada uno. Tenía una cabellera larga y desordenada de color gris, y una cara cubierta sólo a medias por la piel. —Elvis, cariño, me parece que me he enamorado de ti. Arrancando un crujido al torturado vinilo, Sánchez retorció su contundente trasero contra el asiento y miró por la ventana para ver el coche en cuestión. De modo que, ¿qué más daba que el concurso estuviera amañado? —No. —¡Eh, Elvis! Sabía lo que le aguardaba al ganador del concurso, y no iba a ser agradable. Ahora el contrato es de otro. —Hoy he ganado en esa ruleta casi cien mil dólares. Al parecer, simplemente intentaba asustarla un poco. Rex lo había reclutado por su destreza a la hora de matar, nada más. —Claro. Incluso el Firebird pareció contener la respiración, hasta que Kid rugió: —Y puede que a ti te convenga practicar lo de tener la boca cerrada. —Gracias —contestó ella, aturdida por aquel súbito cumplido. —Judy Garland. Después de lo que le pareció otra eternidad, las puertas comenzaron a cerrarse muy despacio. —No había duda: aquel tío exudaba una pachorra increíble. Tú vas delante, ¿vale? —¿Sabes? Johnny tuvo que agacharse un poco más para verlas retroceder hasta que quedaron fuera de su campo visual. Cuando la chica estaba anotando la venta en la caja registradora que había en la parte de atrás, se oyó una voz masculina a la espalda de Kid que dijo en tono de jolgorio: —Valerie, ponme una botella del mejor champán que tengas. —Voy a matar a una persona. —¿Tienes alguna pista de cómo es físicamente? Fuera de la cocina, la escena que se encontró era de un pánico en masa indescriptible. En el autobús no había ni un solo asiento vacío, y un detalle notable era que no había parejas. - 231 - Anónimo El cementerio del diablo Éste le sonrió cuando la vio aproximarse. Discutiéndose desde el momento en que se encontró, la pareja baja del avión pensando que nunca se encontrará de nuevo. El agente de seguridad asintió con la cabeza y seguidamente salió por la puerta sin hacer ruido y cerró de nuevo. Demasiado bien sabía que la paz y la tranquilidad que - 10 - Anónimo El cementerio del diablo se respiraban fuera no eran sino la calma que precede a la tormenta. Gabriel fue hasta la puerta de la habitación y la abrió. ¡Desde aquí no tengo una línea clara de disparo! Además, se sintió bastante segura de poder ganarles. —Exacto. Una persona diferente todos los años. Seguidamente, cerró la mano derecha en un puño y se lo estrelló a Clementine en la cara. Temporada 1. Había en juego un millón de dólares. ¡Es horrible! Johnny decidió hacer una ofrenda de paz. —¿Y qué viene ahora? La chica de recepción me ha dicho que la habitación se la han dado a un tal Sánchez García. Y además es multimillonario. Powell extendió el brazo para tomar la mano de Annabel y se la estrechó con cortesía. Mi madre está enferma. Tras dejar resuelto el asunto de la música y otros detalles de última hora, se dirigió a la zona del escenario e hizo un ademán con la cabeza al encargado de las cortinas. ¿Se encuentra bien, Belinda? —Le indicó la silla que tenía a su derecha, y cuando ella hubo tomado asiento volvió a sentarse él—. Se había preocupado mucho de recogerse el pelo en unas trenzas que le caían por delante de los hombros. Y con aquel comentario incontestable flotando en el aire, Kid Bourbon se marchó y dejó al doble de James Brown vestido de morado para que se terminase la cerveza a solas. Johnny obedeció y volvió a arrodillarse para consumir las dos rayas de coca que quedaban. —No. Y no era sólo el público; al parecer, toda la sección de metal de la orquesta se había contagiado de la emoción del tema que se estaba cantando. Jacko la siguió fijamente con la mirada, pero antes de que tuviera la oportunidad de ver qué número salía, Kid le puso una mano en el hombro y lo obligó a girarse hacia él y mirarlo a los ojos. Mientras el crupier procedía a retirar todas las fichas sin premio y a pagar a los ganadores, Kid volvió a agarrar a Jacko por el hombro y de nuevo lo obligó a darse la vuelta. Luego, al pensar en los otros tres participantes que supuestamente habían sufrido una dolencia estomacal, empezó a hacerse preguntas más graves. —Coge esa puta pala y sigue cavando, o te abro un puto agujero en la cabeza ahora mismo —ordenó en tono amenazante. - 120 - Anónimo El cementerio del diablo —Nada de eso. El ganador firmará con Powell un contrato de un millón de dólares. Y también quiero una cosa de ti. Eso lo convierte en un tipo poco fiable. Arrastraron el cadáver hasta la puerta, seguidamente Sánchez entró primero, de espaldas, y después Otis y Elvis. Vamos a tener que estar ojo avizor por si descubrimos algún movimiento errático en los demás participantes del concurso. En los oscuros recovecos de sus cerebros putrefactos sabían que aquel hombre había engañado a muchos de ellos para que vendiesen su alma al diablo a cambio de lo que ellos pensaban que iba a ser fama y dinero. - 281 - Anónimo El cementerio del diablo Mientras Emily, en un estilo anticuado, hacía una reverencia al público, Nigel experimentó una inmensa oleada de alivio. —Powell no entendía—. ¿Se trataba de una especie de señal? —Yo no puedo hablar por Sandy, señor. Y tampoco lo ayudó el hecho de que los jueces le hubieran permitido continuar cantando mucho después de rebasar el momento en que deberían haber interrumpido su actuación. —No le ha hecho nada a usted. El que estaba justo enfrente de él era moreno y tenía el pelo de pincho y un rostro que tan sólo podría amar una madre. Tiró violentamente de la chaqueta dorada de Elvis y señaló la cabina de sonido. Ya veo adónde quieres llegar. —Eso es lo que nos dijo Gabriel. Se fue hacia allí y se abrió paso hasta el centro del grupo. Las audiciones para la final llevaban ya media hora celebrándose. Se anunció la entrada de Freddie Mercury, el cual saltó al escenario todo contento para actuar. Un momento en el que también bebió su primera botella de bourbon. —¿Y por qué no me la indicas sin más? —Ya. Jacko terminó de limpiarse las manos y volvió a dejar la servilleta en la mesa. El coche salió disparado del restaurante Sleepy Joe y retomó la carretera. Por ejemplo, que todos nos intoxicáramos al comer algo y no pudiéramos actuar. Probablemente sabía con exactitud por lo que estaban pasando los concursantes, pues ella misma se había presentado a numerosas audiciones cuando era joven. Por la solemnidad con la que andaba y el traje morado de terciopelo que vestía, parecía un poco un chulo de putas, dispuesto a ofrecer una de sus chicas a Kid. —inquirió Elvis. El Firebird dio un volantazo para arrimarse a él y lo embistió a toda velocidad con la aleta delantera. —reaccionó. Y la bofetada se la había dado un hombre. —Michael Jackson también. Al cabo de uno o dos segundos comenzó a toser y puso una mueca horrorosa (incluso tratándose de ella). Cuando llegó a la carretera, el conductor frenó al lado de los tres supervivientes. —Sí. Dos de ellos habían estado intrínsecamente relacionados con la noche de maldad que había perpetrado él una década antes. Joe se permitió una sonrisa triste. —¿Algún indicio de los culpables? No seas capullo y ayúdame a quitar de aquí a estos dos, ¿quieres? Pero ahora, señoras y señores, recibamos con un fuerte aplauso a... ¡el Blues Brother! Joe movió la cabeza en un gesto negativo. —preguntó Jacko al tiempo que se giraba hacia la mesa para ver si había ganado. En aquel momento Harry apretó un botón de un reproductor de CD que tenía en la mesa de mezclas y comenzó a sonar el tema That’s Not My Name de The Ting Tings. El hombre se giró, levantó un dedo para bajarse un poco las gafas de sol y observó a Jacko recorriéndolo de arriba abajo con la mirada. Claro que, ¿tendría siquiera los huevos necesarios para capturar a Kid? Después se giró de nuevo hacia Emily y le dijo, con su acostumbrado tono educado—: Gracias por informarme. Había oído aquel tema muchas veces en diversos bares, interpretado normalmente por cantantes que homenajeaban a los Blues Brothers. Pero ¿qué tal dispararle por la espalda cuando se presentase la oportunidad? Siempre llevaba el pelo, cada vez más escaso y más gris, oculto bajo una gorra de béisbol roja que tenía quince años, a excepción de unos cuantos mechones que se le escapaban alrededor de las orejas. Por si acaso, se había echado encima una cazadora de ante marrón, pero teniendo en cuenta el tiempo que les había hecho hasta el momento seguramente no iba a necesitarla. Había llegado el momento de ir al casino. Hay que cuidar de ella, aunque sea necesario arriesgar los valores que tiene uno, ¿no? —Hola, señor Powell. —Sí. —Peor que eso. ¿Él sabe quiénes eran esos dos tipos y qué fue lo que les hicieron a Cash y a Cobain? Como el hotel tenía la norma de que siempre tenía que haber un camarero detrás de la barra, Valerie se vio obligada a no moverse de allí hasta que algún otro empleado hiciera acopio de valor para regresar. —Vas a participar en este concurso. Estaba sentado a una mesa con sofás, junto a la ventana de la cafetería, dedicado a dar buena cuenta de un desayuno a base de huevos fritos con salchichas y a beber de vez en cuando un sorbito de una taza de café caliente y humeante. ¡Todo el mundo afuera! Su cadáver todavía está en la habitación, con los dos guardias de seguridad. Ahora había vuelto a meter en el sobre la tarjeta que contenía los resultados, para que no la viera nadie. Nina les indicó por señas que guardaran silencio y se aclaró la voz. —Si estaba sorprendido, desde luego lo disimulaba notablemente bien. ¿Sería que le gustaba ir en ascensor? El mero hecho de sostener un muerto entre los brazos la hizo comprender de golpe la realidad de la situación. ¿Cómo diablos ha llegado al coche el cadáver de esta mujer?» Pero tan pronto como se hizo dicha pregunta sintió que se le helaba la sangre. Una sola palabra. Cuando oyó el disparo se puso rígido de pronto. Angus hurgó en el interior de la americana gris del muerto y encontró un permiso de conducir. No lo recomiendo. El Blues Brother llevaba un traje negro completo: chaqueta negra, pantalón negro. Es Nigel Powell, el propietario del hotel. —El público dejó de abuchear y comenzó a vitorear. Va a vender su alma, y quedará condenado a ir al infierno. Sánchez no necesitó que se lo dijeran dos veces. Emily le recordaba mucho a Beth, la chica a la que había amado y perdido diez años atrás. Necesito que desaparezcan los otros cuatro. Tampoco era muy aficionado al avión. Traicionero y poco de fiar, seguro. Vestía un pantalón de cuero negro y encima un chaleco también de cuero negro. La multitud aplaudió, silbó, pataleó y vitoreó. Si Sánchez hubiera visto aquello, casi seguro que se habría desmayado de terror. Como el viaje era en pareja, no quisimos y nos dieron la opción de la habitación privada con ducha y baño privado (es bed and breakfast y queda a pocos metros del hostel, según nos dijeron son del mismo administrador). Y aunque lo pilló por sorpresa que lo atacasen unos zombis, era lo bastante disciplinado para apartar aquello de su mente y concentrarse en matarlos. —Oye, tío, ya te he dicho bastante. Emily contempló estupefacta cómo iba creciendo la seguridad de Jacko. ¿Ya hemos terminado? Su lenguaje corporal hablaba por sí solo: proyectaba deliberadamente una vibración hostil (aunque en la mayoría de las ocasiones era sin intención). Ve detrás. Tan sólo lo saben ellos y Powell. Esta vez no me ha dado tiempo a pensar mucho. ¿Y Sandy? Elvis miró alrededor. —No te conviene saber lo que voy a hacerte si dices que no. La mayoría de los días, la conversación que intercambiaban ambos duraba como unos cinco minutos. No es él quien debe preocuparte. Si nos separamos y tú te quedas solo, vas a necesitar un arma, aunque sólo sea para enseñarla. - 265 - Anónimo El cementerio del diablo Cuarenta y nueve Emily estaba ansiosa por salir a escena a actuar. En la planta del sótano de este hotel tienen un casino. Rápidamente movió los ojos en derredor para reconocer el nuevo entorno. —Muy bien. —Chist —contestó Emily indicando el escenario. No recuerdo que Gabriel dijera nada claro acerca de esa parte del plan. —Ellos. «¡Mierda!» Aquellos cabrones eran más listos de lo que daban a entender las películas de zombis. El tipo que había pulsado el botón de la planta baja le echó un brazo por los hombros y lo estrechó con fuerza para colocarlo en el centro del ascensor. Tenía que haber un método clásico de hacer frente a aquel tipo de situaciones. Pisó a fondo el acelerador y el escarabajo salió disparado. Joe ya se sabía de memoria lo que tenía que hacer. Se miró, y a oscuras acertó a distinguir a duras penas que tenía las muñecas atadas con un trozo de cinta aislante de color gris. —Aquí hay en juego mucho más que un millón de dólares. —Una barba muy elegante —comentó en tono sarcástico. Olvidando por un momento que tenía las muñecas atadas por delante, sintió un deseo irresistible de frotarse la nuca, pero fue un intento fútil, porque todo lo que pudo hacer fue rozarse la coronilla de la cabeza con la cinta que le sujetaba las manos. Angus examinó el suelo y vio que el reguero de sangre continuaba hacia el pasillo del fondo a la izquierda. Tenía una voz grave y profunda que rezumaba cortesía teñida de ironía, el equivalente auditivo del gesto de alzar una ceja con ademán burlón. Será un placer. Efectivamente, la lógica de utilizar un arma de pequeño tamaño había rendido frutos. Por todos los bares y las cafeterías corría siempre el rumor de lo que sucedía allí cada 31 de octubre. Sánchez ignoró aquella referencia al tamaño de su trasero e hizo lo que le indicaba el Rey. —Me importa una mierda. ¿En qué puedo servirle, señor? Así y todo, Julius no tuvo dificultad para reconocerlo. —¿Una Dama Mística, dice? Sánchez logró quedar fuera de la vista escondido tras el cortinón. Escoge. Te has desmayado, tío. En la retaguardia, Emily y Freddie Mercury eran los más vulnerables. Pero el único juez que emitió un elogio sincero fue Candy Pérez. Julius suspiró y se encogió de hombros con desinterés. Resultaba evidente que el dueño del hotel se sentía muy orgulloso del mismo. —Con una mueca de repugnancia, Sánchez se inclinó hacia delante para verlo mejor—. Kid pisó el freno. —Genial. Y ahora tenía la oportunidad. Elvis se percató por fin de los gestos de desesperación de su amigo y le respondió inclinando la cabeza. El Hombre del Blues le mostró una ancha sonrisa. —Sí, señor. Con respecto a la ubicación, es perfecta ya que se encuentra a solo 2 cuadras del inicio de los senderos Laguna los tres, laguna capri, Laguna Torre. Elvis plegó el papelito que contenía los cuatro nombres, se lo devolvió a su amigo y salió de la habitación. Decidió no hacerle caso. «Esos cabrones van a llegar aquí de un momento a otro», pensó. Esperó poder descubrirlo en alguna parte, en medio de aquella hecatombe. No tardarían en anunciarse los resultados del concurso. ¿Cómo haría una ambulancia o la policía para llegar hasta aquel lugar si se presentara una urgencia? En cierta ocasión había clavado una foto de ella en la pared del Tapioca. Lo fijó bien y le dio la vuelta. Al fin y al cabo, si Elvis lo hubiera visto posiblemente habría querido una parte. Sánchez contempló primero cómo el cuerpo sin vida de Julius se derrumbaba en el piso del escenario. Ya desde el principio Emily había descubierto que aquel tipo se estaba tomando la cosa muy en serio. ¡John Belushi era blanco! Pero, muy juiciosamente, todos (incluido el crupier) optaron por no hacer comentarios y enseguida volvieron a concentrar la atención en la rueda de la ruleta. —Pues me han dicho que sólo acierta el cincuenta por ciento de las veces, pero no es una mala proporción. El concurso había sido un desastre. —Señorita de Frugyn, me llamo Nigel Powell, y tengo el honor de ser el propietario y el director de este hotel. Kid le estrujó las mejillas todavía con más fuerza; a continuación, alzando el brazo, levantó a Julius en vilo y lo apartó de las puertas del ascensor. Qué práctico, ¿no? —Si fuera aficionada a las apuestas, diría que es una persona cuyo nombre empieza por J. De pronto se abrió de golpe la puerta del armario. —Eres Kid Bourbon. ¡Otra vez! Verás, sólo hacen presa en los débiles. —Oye, amigo, tú fíate de mí. Obviamente. Se oyó un fuerte crujido. —lo instó. Pero los gritos de Angus no sirvieron de nada. Daba la sensación de que la mitad del mundo libre acababa de registrarse en aquel hotel. —Dame una razón por la que no debería elegirlo. —Julius se detuvo un momento—. Pero lo que contaba era la aclamación de los jueces. Tal como a mí me gusta. Entonces, ¿sabemos cómo murieron Kurt Cobain y Johnny Cash? Emily decidió romper el hielo. —Pues... ¿en qué estás pensando? La criatura, agradecida, se abalanzó sobre el afligido camarero tirado en el suelo, con lo cual Angus pudo deslizarse furtivamente hacia la puerta. Éstos habían accedido a dejarle actuar en último lugar a condición de que se buscase un atuendo mejor que el traje de cuero rojo que llevaba puesto. Esta vez lo hizo de una manera considerablemente más agresiva. En la puerta no había ningún botones. A su lado, en el asiento del copiloto, había un cadáver. De hecho, no quiero que muera nadie más, sea cual sea el motivo. Cuando oyó el motor ponerse en marcha, supo que sólo le quedaba una alternativa: abrirse paso por entre aquellos monstruos que se le venían encima y llegar a la autocaravana antes de que ésta se fuera. Si no encuentras otra habitación, puedes dormir conmigo. Angus escogió una silla situada frente a Julius y se dejó caer en ella pesadamente. Así terminó la vida y al mismo tiempo la brevísima trayectoria profesional del policía Johnny Parks. Elvis era un asesino a sueldo, pero bien pudiera ser que tuviera intención de participar en el concurso. Nigel Powell había prometido echarlo. Por fin, ya sin un ápice de aliento, Sánchez llegó trabajosamente al final del camino de entrada, al arco de bienvenida que se extendía sobre el mismo. E igualmente fracasaron. Julius negó con la cabeza. Hay que tener fe. Sánchez atisbó por encima de su hombro. Del desconocido no había ni rastro. Estaba más tenso que un muelle de alambre, y su autodominio rozaba ya el límite. Desde el momento en que puso los ojos en el dinero que contenía el sobre que encontró en la habitación, ya empezó a maquinar toda clase de planes para especular con él. Los dos tenían veintipocos años y se habían graduado en la academia hacía apenas seis meses. —¿Adivinas quiénes son? Empezó a sangrar por ambas fosas nasales, hasta que el reguero le llegó a la boca. Y hoy necesito de sus servicios para un asunto de grave importancia. Pero Julius necesitaba quitarla de en medio antes de que comenzase la final. —Bueno, es esto o hacer giras por bares y locales ganando justo lo suficiente para ir tirando, ¿no? —exclamó—. Johnny se volvió hacia Kurt, que se había tapado la nariz con la mano y hacía un esfuerzo sobrehumano para no sorber. De repente lo atenazó el miedo de que a lo mejor había dado demasiado por sentado que iba a estar en la final. No obstante, el hecho era que aquel sobre aún contenía las fotos y la lista de nombres de los objetivos. —Ella reaccionó con una sonrisa afectada, más repugnante todavía, si cabe, que su horrible sonrisa habitual—. Se acercó tímidamente hasta el centro del escenario con su vestido verde chillón y sus deportivas blancas y esperó bajo el foco a que el pinchadiscos de la cabina de sonido le pusiera la pista de acompañamiento de su canción. Cuando estaba ahí fuera, cantando, me ha chocado un cosa. —Sí, lo sé. Sánchez quería asistir sin falta, a fin de hacer méritos con el Rey aplaudiendo rabiosamente su actuación y felicitándolo por la misma. Tenía una voz grave y muy agresiva, y los primeros versos prácticamente los gritó. Se inclinó hacia delante estrujando los senos con tanta fuerza que casi se entabló una pelea por ver cuál de las dos cosas se salía antes: los ojos de Elvis o los pezones de ella. Tardó un poco, pero finalmente se dio cuenta de que no respiraba. ¿Quién coño sería? ¿Eso es todo? En efecto, estaba «pasando» algo. De forma instintiva, se echó hacia atrás sin hacer ruido y se pegó a la pared del fondo. Tu forma de cantar ha sido, como mucho, mediocre. Y al público le encantó. Lo que había desaparecido era el dinero. Hacia el cielo de la noche se elevó una intensa polvareda que después fue descendiendo poco a poco, igual que los fuegos artificiales al disiparse. —¿Ésa era la Dama Mística? —No me digas. —¿De qué? Pero aplaudió y chilló más fuerte que con ningún otro participante. Debía de ser la lista de un sicario. —Este año sí que tengo un buen pálpito. ¡Eres un jodido idiota! Sánchez no lo había visto actuar en las audiciones, pero si la voz era tan excepcional como la apariencia externa, desde luego era un rival importante. —En fin, no ha estado mal —empezó, lo cual le valió algunos abucheos del público—. —Sin saber por qué, aquella voz tenía un tonillo horriblemente arrullador. Jacko le guiñó un ojo. El público rugió de alegría. Sánchez advirtió que por detrás de las gafas de sol elevaba una ceja. —Hola otra vez —dijo, ofreciendo a Stephie una sonrisa nada sincera. —Gracias, Annabel. —Vale, otra vez eso. En cambio, dicha acción tuvo efectos más desastrosos. Jacko dio una palmada a Julius en la espalda y habló en nombre de Emily cuando le dijo en voz baja: —Una lástima, caraculo. Había uno que destacaba en particular: un enano llamado Richard que actuaba e iba vestido encarnando a Jimi Hendrix. Unos segundos más tarde, Emily puso los ojos en blanco y su mano quedó totalmente inerte en la de Kid. Exacts: 59. Angus había guardado el paquete de tabaco y estaba prendiendo su cigarrillo con un encendedor Zippo metálico. A fin de cuentas, no le pertenecía a él. Él creía que no. —¿Cómo dice? Se encontraba en la sala con los otros cantantes, y los había impresionado a todos con una seguridad en sí mismo fría e imperturbable. En efecto, parecía la más comprensiva de los tres jueces, y se la veía deseosa de tranquilizar a Luther ante todo. Al instante Sánchez se dio cuenta de que el codazo no se lo había dado a Elvis, sino a Emily. He salido pitando. —En el casino se les han agotado los sándwiches de jamón. —Ah, estás aquí, Sánchez, creía que te había perdido. —Repito, a todas las unidades: den media vuelta. —Soy uno de los cinco participantes que tienen posibilidades de ganar este concurso. Y peor todavía le sentó que el participante en cuestión, Julius, tardara una eternidad en presentarse. —Pero no lo voy a ser. Mientras Nina hablaba a la multitud expectante, Emily captó la presencia de un hombre que estaba de pie en las sombras, a su izquierda, cerca del borde del escenario. Powell sujetó con un dedo los otros dos billetes que faltaban, y que aguardaban en su lado de la mesa. Dio la impresión de estar estudiando largamente a Jacko con la mirada. —Entiendo. Bueno, ¿cómo hacemos para salir de esta cagada? Lo único que predijo correctamente fue que iban a estar sentados juntos tanto en el avión como en el autobús. Y eso es lo que hace la persona que gana el concurso, vender su alma a Satanás a cambio de fama y fortuna. —Ahí dentro —contestó Elvis indicando una puerta situada en el lado derecho del pasillo. Y que yo sepa, eso no lo hace la vejez. Dentro de la autocaravana estaba muy oscuro, y cuando saltó de ella se las arregló para tropezar con no sé qué y caer de bruces sobre el hombro izquierdo de Angus el Invencible antes de estrellarse desmañado contra el suelo. —Claro, lo que sea. Pero en mi opinión, sería más apropiado que el concurso se llamara «Operación Difunto». A continuación puedes disfrutar de la serie turca Con Olor a Fresas capítulo 2 en español. Su atuendo consistía —cosa que a nadie sorprendió— en camisa negra y pantalón negro, y además llevaba el pelo también negro y peinado con gomina en forma de copete. Si se hacía famosa por ser la estrella de un reality, jamás obtendría credibilidad por nada más. Para él. —Conque Julius, ¿eh? «Se ha debido de romper una ventana en alguna parte.» Cuando llegó al pie de la escalera oyó unas pisadas, muchas, que venían hacia él. La rubia despampanante se quedó mirando boquiabierta el cuerpo de Clementine. Una voz de puta madre. ¿O sentarte encima de Sánchez volvió la cabeza y vio que el gigantesco zombi ya casi había salido totalmente a la superficie y estaba alzándolo a él por el tobillo para desestabilizarlo, con el fin de arrearle un mordisco en la pierna. A izquierda y a derecha Nigel vio brillar lágrimas en las mejillas de sus dos colegas. Se oyeron breves exclamaciones proferidas por los dos guardias de seguridad, seguidas por el ruido que hicieron al desplomarse en el suelo, a consecuencia de las balas que les había metido Angus en la cabeza. —Era una peli de carretera. —¿Y qué está haciendo en el desierto? Dama Mística. Puede que esté dentro ese tal Vergadura. —le preguntó—. —El mismo. Elvis se encogió de hombros con un ademán de despreocupación. Pasó como una exhalación junto a Nina Forina y a punto estuvo de arrojarla al suelo. —declaró, anhelando desesperadamente que alguien más coincidiera con él y tomara la iniciativa. Durante unos instantes de terror no tuvo nada claro qué iba a hacer aquel sicario vengativo. —¿Qué le ocurrió? Los demás se replegaron y regresaron hacia los cadáveres de los guardias de seguridad y hacia Angus el Invencible, que continuaba ahuyentando a un numeroso grupo de criaturas de la noche junto a la fosa recién cavada. «Maldita sea —pensó Sánchez—. - 115 - Anónimo El cementerio del diablo El semblante de Powell casi se contorsionó en un gesto ceñudo. —Bueno, es una idea, sí. Pronto se perdió de vista, en dirección al hotel Pasadena. ¿Había perdido el juicio? Los geranios de olor son plantas arbustivas, de porte alto, que en la maceta adecuada (recomendamos macetas a prtir de 25 cm de diametro) llegan a alcanzar... Este geranio es un geranio de olor, muy perfumado, con un espectacular olor a Cola. —Me llamo Sánchez García. 10 1 CUARTEL- 6.1 31 40 —¿Macchio? De hecho, casi todos los que estaban encima del escenario, excepto Powell y Jacko, estaban corriendo de un lado a otro después de haber visto el cadáver de Julius y ante la posibilidad de que el pistolero que ocupaba la cabina de sonido pudiera disparar otra vez.